El elefante en la habitación
Chris Le Gabach
El positivo de Conor Benn desató toda una tormenta de opiniones y ríos de tinta, muchos de ellos contra el boxeador, pero sobre todo contra Eddie Hearn por la manera tan mala y negligente de tratar el asunto. Todo un escándalo agravado además por el hecho de que ambos equipos lo supieran con mucha antelación y actuaran como si nada en una interpretación digna de Oscar.
Los promotores hicieron un gran trabajo vendiendo el combate como una (falsa) rivalidad histórica y que no tenía sentido desde muchos puntos: distintas generaciones y diferencias considerables entre pesos, estado de sus carreras y ambiciones. Ningún nexo les unía más allá de compartir profesión y los enfrentamientos que tuvieron sus progenitores en los 90s. Sin embargo, el buen hacer de todas las partes implicadas en la promoción consiguieron levantar bastante expectación hasta a los que éramos más escépticos. Curioso que los que usaron la nostalgia de forma falaz para vender, tuvieran tan poca memoria para recordar los trágicos sucesos que envolvieron a sus implicados cuando se han destapado las vergüenzas.
Si tanto se mencionaba a los padres de los púgiles para vender, tras saber el positivo de Benn y considerando las exigencias físicas de Eubank Jr ¿por qué no lo hicieron a la hora de cancelarla? Estos mismos que se retrotraían a las batallas entre Chris Eubank Sr. y Nigel Benn también deberían haber tenido en cuenta como el primero le produjo un coágulo sanguíneo en el cerebro que casi mata a Michael Watson en el ring y como éste estuvo meses en el hospital saliendo de un coma y recuperándose de las consecuencias. Lo mismo con The Dark Destroyer Benn, cuyo resultado de la guerra que protagonizó con Gerald McClellan fue que el último acabase también en coma, perdiendo vista, prácticamente sordo y sin poder vivir sin asistencia. Sabiendo de los numerosos riesgos en el boxeo ¿por qué tomar más y encima de manera ilegal?
Lo más grave fue que esto era conocido por todas partes desde el 23 de septiembre y siguieron adelante con el evento. Que Chris Eubank Jr., conociendo la trampa y sufriendo en carne propia una preparación espartana y un corte de peso insalubre quisiera tirar para adelante tiene delito, pero al fin y al cabo, es su salud y decidió arriesgarla. Asunto este, sumado al conocimiento del uso de sustancias por parte de su rival que llevó al Eubank Sr. a desmarcarse del evento y llamar a su boicot. Hecho que además por poco hace que lo encierren, de manera literal, en un hospital mental para hacerlo callar. Precisamente al único que mostró un sentido común que faltó en todo momento a todos los involucrados, al que les interesaba más el negocio que la salud del púgil.
El otro día lance una encuesta en Twitter preguntando si el dopaje en el boxeo era cosa de sólo unos casos aislados o era norma general. Ganó la última opción de manera ajustada, lo que no deja de ser un dato revelador. ¿Somos los aficionados también colaboradores de este tipo de comportamientos? ¿Nos importa la integridad física de los atletas o sólo nuestro propio entretenimiento? Interesante ver también como el juicio cambia dependiendo de si el tramposo en cuestión es de nuestro agrado. Yo mismo caigo en esto, cuando a pesar de que me parece inaceptable el dopaje tengo como ídolo pugilístico a un sancionado por dopaje como James Toney. Boxeador, por cierto, miembro del salón de la fama como Roy Jones Jr. o Shane Mosley. Esto también se puede observar hoy en día en personajes con positivos o sospechas fundadas como Canelo, Whyte y Tyson Fury.
Esto creo que debe llevar a una reflexión profunda para todos los que participamos en este deporte, ya sea en el ring, pagando una entrada o negociando una bolsa. Cada uno desde la parte que le toca. Reconocer que hay un problema y abordarlo de manera transparente, dureza e intolerancia con aquellos que no cumplan las normas. Porque el elefante en la habitación está ya empezando a incomodar a todos los que habitamos en ella y tiene que ser o él o nosotros. Porque todos no podemos estar.



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